“Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti."(Génesis 17: 6-7)

La promesa que el Señor ha dado a Abraham es extensiva para ti líder y discípulo. En verdad, es extensiva a todo aquel que nació de nuevo, pues, en Jesús, tenemos el legado que nos fue impartido en la vida del patriarca. Está escrito que tenemos el destino de ser hijos por herencia en Jesucristo. La Palabra de Dios, cuando nos llama hijos, nos está mostrando una herencia espiritual a la que todos tenemos derecho, que es la herencia de Abraham consolidada en Jesús.

En la parte final, vamos a estudiar sobre Isaac, la descendencia de la promesa.

3. GENERACIÓN DE ISACC

"Y Dios le respondió: En verdad, Sara, tu mujer, te dará a luz un hijo, y te llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto como pacto perpetuo para su descendencia después de él. "(Génesis 17:19)

"El Señor visitó a Sara, como había dicho, y le hizo como había prometido. Sara concibió, y dio a Abraham un hijo en su vejez, al tiempo determinado, de que Dios le había hablado; y Abraham le puso en el hijo que le había nacido, que Sara le había dado, el nombre de Isaac. "(Génesis 21: 1-3)

Dios le dijo a Abram que le daría un hijo, el cual sería una descendencia poderosa. La Palabra dice que Dios animó a Abram a tener ese hijo. En el libro de Génesis 15: 1-6, leemos: "Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.”

El hijo de la promesa vino debajo de una visión. La palabra es enfática: el Señor ministró al corazón de Abraham que le daría un hijo a él y a Sara. “Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda. Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara? diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo. Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído. Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos."(Génesis 18: 9-16)

La promesa estaba relacionada con Abraham y Sara. Necesitamos entender la seriedad de generar hijos, discípulos. El Señor Dios nos llama hijos por pacto. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!"(Romanos 8: 14,15). Una descendencia nace cuando se hace un pacto.

Nuestro pueblo, generado dentro de nuestra tienda, necesita comprender que cuando entra en el útero espiritual, nos hacemos hijos y discípulos verdaderos. Pablo dijo que la verdadera circuncisión se hace en el corazón y no en el prepucio de la carne. "Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios."(Romanos 2: 28,29)

Como hijos de Abraham en la semilla de la promesa, necesitamos entender que, por causa de Jesús, podemos ser justificados y convertirnos en hijos. Nuestras convicciones, deseos y anhelos deben ser canalizados hacia la Cruz del Calvario, la señal más fuerte de pacto que existe en la Biblia.

El discipulado es el útero que genera hijos, discípulos, donde existe una dualidad de aquel que forma y de aquel que se deja formar. Estamos levantando una generación de discípulos para Dios. ¿Por qué? Porque en medio de crisis, dificultades, adversidades o cualquier otra situación que sople sobre nuestra casa, los legítimos no nos abandonan, por el contrario, ciñen al caballo y van a la guerra como nobles, desbaratando nueve reinos a favor de la casa de su padre (cf. Génesis 14). Después se ve nítidamente que el Señor los aprobó en esa guerra.

“Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra;”(Génesis 14: 18,19)

Las generaciones pueden nacer, algunas sin destino, otras con propósito. Usted puede sentirse hijo de Abraham, pero puede estar dentro de un útero prestado que puede ser el de Agar, Cetura o incluso entre las concubinas de la historia. Pero hoy queremos aclarar que, por el derecho de la pacto en Cristo Jesús, tienes autoridad de ser un líder y un discípulo con una poderosa descendencia sobre la Tierra.

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Plano de Leitura Bíblica

30 Dez
Jó 40
Malaquias 2
Apocalipse 19 e 20
31 Dez
Jó 41 e 42
Malaquias 3 e 4
Apocalipse 21 e 22
01 Jan
Gênesis 1 e 2
Salmos 1 e 2
Mateus 1 e 2
02 Jan
Gênesis 3 e 4
Salmos 3 a 5
Mateus 3 e 4
03 Jan
Gênesis 5 e 6
Salmos 6 a 8
Mateus 5
04 Jan
Gênesis 7 e 8
Salmos 9 e 10
Mateus 6
05 Jan
Gênesis 9 e 10
Salmos 11 a 13
Mateus 7